sábado, 11 de septiembre de 2010
Walt Whitman
NO TE DETENGAS
No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros "poetas muertos",
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los "poetas vivos".
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas ...
lunes, 6 de septiembre de 2010
ANIDAR EN OTRO CORAZÓN
Mientras yo la miraba sabía que no era posible que ella tuviera el mismo sentimiento hacia mí, era imposible, pero aun así no podía parar de mirar esos preciosos ojos verdes como los del poema de Becquer, podría mirarlos durante horas, pero entonces ella se giró y me miró, su mirada tan solo expresaba simpatía, pero me atravesó. Tras un intercambio de miradas sonrió y se acercó a mí. Su suave voz y sus débiles palabras me embelesaban, tenía que prestar atención para captar sus palabras, no me ponía nervioso con su presencia, me había acostumbrado, pero debía pensar antes de hablar para que no me traicionara el subconsciente. No me parecía difícil ocultar mis sentimientos a los demás, pero eso no los hace desaparecer. Debía ocultarlos, aquello no era recíproco y no quería ser egoísta, valoraba nuestra amistad y pasé el resto del día intentando olvidarla.
Un día se acercó y me dijo que quería hablar conmigo, sobre un amigo íntimo, reconocí fácilmente su preocupación y la pude asociar con cierta persona, sabía que ella lo apreciaba más que a un amigo, me abrió su corazón y entonces una amarga sensación invadió mi cuerpo, llenándome de tristeza, desasosiego e incertidumbre, en ese momento cambió mi carácter y noté mi existencia como algo banal y sin sentido, ¿qué debía hacer yo y cuál era mi propósito? Me inundé de dudas, aquello era exasperante y no podía soportarlo, pero aun con ello debía responder a sus dudas y ayudarla en sus propósitos sin que se diera cuenta.
Yo siempre he pensado que las personas aman como las figuras de un ajedrez: las torres, con sus rápidos movimientos lineales, son personas que aman y desaman con mucha rapidez; los caballos, con sus estrambóticos movimientos, son personas que tienen relaciones extrañas saltándose todo el que esté por en medio; pero yo siempre me había considerado un peón, una persona que apenas ama, no siente necesidad de amor y avanza muy lentamente. Pero comprendí algo: amando como un peón jamás te comerás a la reina. A pesar de ello, siempre se puede llegar al final del tablero y ser otra figura. Debió pasarme, pues esta sensación no era habitual en mí, nunca antes había sentido algo así y me preocupaba.
Era ardua tarea disimular aquello y creo que no lo logré, pero dudo que descubriera la causa de mi actitud. Los sentimientos se acumulan y son como una bola de nieve, cada vez más grande y más grande, la sensación de tristeza y abatimiento aumentaba con el tiempo, justo cuando creía que había avanzado un paso, volvía hacia atrás.
La gente se dio cuenta, ya no era el mismo, me preguntaban que dónde escondía mi felicidad. No sabía que responder, no podía hablar con nadie, estaba roto y la situación cada vez se me venía más encima, todo empezaba a agobiarme y cada vez que la veía se me caía el mundo. Hubiese dado cualquier cosa por tener una vía de escape, pero ya era demasiado tarde. No sólo era nuestra amistad, estaba enamorada de otra persona. No podía hacer nada, pero necesitaba desahogarme, ardía por dentro, quería sacarlo y no sufrir solo.
El dolor me produjo una incertidumbre tremenda, no sabía que hacer, ya dudaba si la amaba o era fruto de mi locura, tenía que actuar para saberlo, prefería intentarlo y que saliera mal a no intentarlo siquiera, porque para lograr lo imposible hay que intentar lo improbable.
Pero la conozco y sabía que si le decía lo que sentía no volvería a ser como antes, pero es difícil aguantar así y fue entonces cuando decidí ir a hablar con ella. Me acerqué lentamente y empezamos a hablar como cualquier otro día; riéndonos hasta que nos dolía la tripa, haciendo nuestras típicas tonterías de hacernos preguntas tontas para ver que respondía el otro, un simple juego… que para mí no lo era tanto, me importaba realmente lo que podía responder, pero de pronto exploté, me vi con fuerzas, le dije que la amaba, sus sonrisas, sus enfados, la necesitaba, quería despertar cada mañana junto a ella, necesitaba decírselo. La tensión era palpable y ella dijo: gracias por esto.
Necesitaba escuchar algo así y al oírlo di media vuelta y me marché. Noté una mezcla de desahogo, tristeza y tranquilidad, comprendí en ese momento que para ser libre los sentimientos necesitan volar hasta anidar en otro corazón.
Amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño
Tan lento es olvidar y tan rápido es amar. Cuando la vida es injusta debemos alzar la vista para ver el camino y no dejar de pedalear para no caernos.
Es difícil, sientes un ardor intenso, notas el pálpito del corazón cada vez más fuerte, algo te come por dentro y no puedes remediarlo. Aparentemente, el tiempo pasa de forma inexorable y todo lo cura o lo olvida.
Tan difícil es encontrar el amor.
Yo no quiero un amor civilizado,
con recibos y escena del sofá;
yo no quiero que viajes al pasado
y vuelvas del mercado
con ganas de llorar.
Yo no quiero vecinas con pucheros;
yo no quiero sembrar ni compartir;
yo no quiero catorce de febrero
ni cumpleaños feliz.
Yo no quiero cargar con tus maletas;
yo no quiero que elijas mi champú;
yo no quiero mudarme de planeta,
cortarme la coleta,
brindar a tu salud.
Yo no quiero domingos por la tarde;
yo no quiero columpio en el jardín;
lo que yo quiero, corazón cobarde,
es que mueras por mí.
Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.
Yo no quiero juntar para mañana,
no me pidas llegar a fin de mes;
yo no quiero comerme una manzana
dos veces por semana
sin ganas de comer.
Yo no quiero calor de invernadero;
yo no quiero besar tu cicatriz;
yo no quiero París con aguacero
ni Venecia sin ti.
No me esperes a las doce en el juzgado;
no me digas "volvamos a empezar";
yo no quiero ni libre ni ocupado,
ni carne ni pecado,
ni orgullo ni piedad.
Yo no quiero saber por qué lo hiciste;
yo no quiero contigo ni sin ti;
lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes,
es que mueras por mí.